La curiosidad de Bruno
Aquel viejo portón con los
barrotes oxidados no iba a detenerlo más, Bruno sentía la curiosidad desde hace
meses, ese edificio abandonado y semi destruido le incitaba todos los días
cuando iba rumbo al colegio. Muchos rumores habían respecto a ese enorme
inmueble, y algunos aseguraban haber escuchado extraños quejidos por las
noches, provenientes del interior del que alguna vez fue un gran “centro de
investigación” hacía 41 años atrás. Le faltaban solo dos meses para graduarse y
no quería irse de la ciudad sin saber cómo era el interior de ese edificio.
Miles de judíos desfilaron por
esa misma entrada y cruzaron ese mismo portón, para nunca más salir, o al
menos, eso es lo que contaban los más antiguos pobladores del lugar. Miles de
almas fueron atormentadas dentro de esas instalaciones; derrumbados sus muros
ahora, producto del último bombardeo y el pasar insorteable de los años.
Aprovechando la poca luz al
amanecer, se deslizó entre los retorcidos y oxidados fierros y en cuestión de
segundos ya estaba dentro. Caminó rápidamente y una vez dentro del edifico,
encendió su linterna y se dispuso a explorar.
No quedaba nada intacto; después
de todo, habían pasado 4 décadas desde que dejó de funcionar. La mayoría de las
cosas habían sido robadas o destruidas por el paso del tiempo. Caminó por los
pasillos cautelosamente, leyendo con atención cada uno de los pocos letreros
que aún se mantenían legibles, avanzó por un largo pasillo y al llegar al
final, se encontró con un bloqueo causado por el derrumbe de una pared. Logró divisar
un pequeño agujero por el que de costosamente entraría, y armado de valor y
curiosidad, continuó su recorrido a través de aquel estrecho túnel. Del otro
lado solo encontró 2 puertas más en ambos lados y una pared en medio;
decepcionado, se disponía a irse cuando tropezó con un borde levantado de una
compuerta que se encontraba en el piso, de lo que esperaba fuera un sótano o al
menos una bodega. Se devolvió al derrumbe para buscar algo que le ayudase a
abrir la compuerta y después de mucho batallar logró separar un trozo de
varilla de la estructura; unos 15 minutos después, la compuerta había cedido y
Bruno estaba listo para adentrarse en su nuevo descubrimiento.
El agua se filtraba por algunas
paredes y las mantenía húmedas y cubiertas de un extraño musgo, el pasillo
estaba desordenado, con muchas sillas y bandejas metálicas tiradas por doquier;
algunos restos de lo que parecían pinzas y otras herramientas también debían
ser esquivadas conforme avanzaba hacia la extraña puerta que se encontraba al
final del pasillo.
Limpió un poco el letrero
instalado en la puerta y la leyenda indicaba “Forschungsraum”. Abrió la puerta
y aferrándose a la luz de su linterna, continuó su exploración.
A diferencia del resto del
edificio, este cuarto no parecía dañado por los años, al contrario, era como si
el tiempo se hubiese detenido dentro de ese cuarto; todo se veía nuevo. Caminó
despacio, observó varios círculos pintados en el suelo, con extrañas formas
dentro y letras desconocidas alrededor, algunos de ellos tenían runas, otros
varios triángulos y al lado de una
pared, un círculo enorme con la estrella de David en medio y alrededor muchos
pentagramas. Este círculo era diferente a los demás, además del tamaño
considerablemente mayor, era de color rojo y no estaba tan bien detallado como
los otros, que eran perfectos; parecía más bien hecho a mano por alguien con
mal de Párkinson, y la zona donde estaba parecía quemada. Apuntó el haz de luz
hacia la pared y pudo ver que también parecía quemada y estaba agrietada y
comprobó con horror que habían figuras humanas pintadas, con los brazos
levantados, como protegiéndose de algo. Estas figuras le hicieron recordar las
fotos que vio en el libro de su tío, de lo que quedó de las víctimas de la
bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki. Era indudable que algo malo había
ocurrido ahí.
Observó al final del enorme
cuarto un tanque de vidrio con un líquido verduzco dentro; se acercó, limpió un
poco el cristal y retrocedió de inmediato: dentro del tanque había lo que
parecía una persona muy delgada, conectada a lo que parecía un respirador
artificial, pero eso no era posible, el diseño era muy adelantado para la época
en la que fue construido el edifico, y más extraño aún, el cuerpo estaba
intacto, casi parecía vivo, se acercó un poco más para mirar con más
detenimiento y el hombre dentro del recipiente abrió los ojos, horrorizado dio
un salto hacia atrás pero una mano posada sobre su hombro le impidió el paso.
Se volteó lentamente y solo
consiguió mirar algo enorme con ropa blanca mientras perdía el conocimiento.
Despertó algo adolorido y
desorientado, intentó levantarse pero no podía. Observó con detenimiento con el
único ojo que podía abrir y se encontró sujetado a una silla, no podía mover
siquiera la cabeza. Intentó gritar pero algo dentro de su boca ahogó el rugido.
Delante de él se encontraba un
hombre viejo, fácilmente sobrepasaba los 70 años; apoyado en un bastón metálico
con púas en la punta que apuntalaba al suelo y una mirada siniestra y detrás de
él, algo enorme, con forma humanoide pero que media más de 2 metros y tenía una
masa muscular espantosa. Trataba de comunicarse con extraños gemidos que el
viejo parecía entender, ambos reían mientras lo observaban hasta que notaron
que había despertado.
El anciano se acercó lentamente
mientras lo inspeccionaba con sus ojos vidriosos; tocaba su cara con la fría
punta del bastón y las púas amenazaban con incrustarse en su carne, después de
unos minutos de silencio, el viejo por fin habló:
-Ciertamente no esperábamos un
voluntario para los ensayos tan pronto… todavía faltan algunas cosas que
ajustar, otros sujetos con quien experimentar…
Volteó trabajosamente y mientras
se dirigía al tanque con el ser en su interior continuó hablando:
-Desde la caída de nuestro imperio
continuamos trabajando, investigando en este laboratorio que fue de las pocas
cosas que sobrevivieron al bombardeo; aunque muchos de nuestros colegas y sus
apuntes perecieron por el fuego, suficiente
información pudo ser rescatada para continuar con los estudios. Pude
obtener también varios sujetos de prueba gracias a los mutilados por la
explosión de la bomba… bastó con terminar de amputarles las extremidades
restantes y esperar a que sanasen… ¿sabes? Es mejor si el sujeto de pruebas no
tiene ninguna forma de escapar…
Mientras una macabra sonrisa se
dibujaba en sus labios extraía una jeringa de su escritorio y la llenaba con el
líquido contenido en el tanque. Acto seguido introdujo la aguja dentro del ojo
cerrado de bruno mientras el objeto en su boca apagaba el horripilante grito de
dolor.
Despertó violentamente, al
instante que abrió sus ojos descubrió que la hinchazón había desaparecido, se
sentía realmente bien y pudo observar que ya no estaba atado a la camilla,
ahora poseía una especie de grilletes que le sujetaban a la pared cerca del
enorme pentagrama color rojo.
Nuevamente apareció el enorme
ayudante del anciano, trayendo esta vez una bandeja con comida para Bruno.
No sabía cuánto tiempo llevaba
ahí encerrado, dentro de algunos recuerdos confusos de las veces que despertó
durante algunos segundos, luego de que el anciano le inyectara ese líquido,
recordaba unos hombres discutiendo sobre lo precipitado de los experimentos y
su ultimo recuerdo fue ver como sacaban un torso en una camilla y el desmayarse
cuando el sujeto muerto volteó la cabeza producto de un desnivel en el piso y
pudo ver su rostro de desesperación grabado al momento de la defunción.
Sin mucho apetito, comió lo que
su captor le ofreció, más por el miedo a ser golpeado nuevamente o torturado si
no comía, que por hambre. Minutos después de que la mole se marchó con la bandeja
y las sobras, llegó el anciano, trayendo consigo un estetoscopio y una pequeña
linterna, la cual, al apuntarle el haz de luz directo al ojo izquierdo, le
provocó un inmenso dolor y una furia asesina que nunca antes había sentido.
En el rostro del anciano había
cierto dejo de preocupación, pero al preguntarle Bruno por las otras personas
que discutían con el sobre lo apresurado del experimento, su semblante cambió.
Sin decir una sola palabra, el
anciano se levantó y se dirigió de nuevo hacia el estanque, extrajo otra
jeringa del extraño líquido y de nuevo esa sonrisa maquiavélica se dibujó en su
rostro. Bruno comenzó a agitarse, a intentar por todos los medios liberarse de
las cadenas, pero un golpe en su nuca propinado por la enorme mole debilitó al
instante todos sus impulsos; y, mientras lo sujetaba por detrás con una llave y
le impedía cualquier movimiento, podía sentir su fétido aliento penetrar en sus
fosas nasales mientras el abominable anciano introducía la aguja esta vez
directo en su vena yugular. Volvió a desmayarse…
Esta vez su letargo no duró tanto
tiempo, y pudo mantenerse despierto por más tiempo entre los lapsos de delirio.
Pudo contar ahora a 3 extraños
personajes, que parecían satisfechos con el anciano esta vez, pero algo no iba
bien: al mirar con más detenimiento a estos sujetos pudo descubrir que no eran
exactamente humanos, es más, no parecían sólidos, ya que se distorsionaban
levemente cuando el aire de uno de los ductos de ventilación soplaba a través
de ellos. Poco a poco fue recobrando la consciencia y al intentar gritarle
algunos improperios a sus captores, notó que nuevamente algo apagaba sus gritos
mientras maldecía con toda su alma el instante en el que había entrado por esa
maldita puerta.
El leve sonido que pudo escapar
fue suficiente para que los ahí reunidos voltearan hacia el pobre desdichado, y
con una señal, el más obeso de todos le indicó al anciano que era momento de
proseguir con lo planeado…
Apareció la mole nuevamente y lo
levantó con violencia. Soltó las cadenas de la pared y lo arrastró hacia el
lugar donde estaban pintados los
pentagramas y símbolos extraños.
Bruno trataba de liberarse con todas sus fuerzas, pero poco podía hacer en esa
condición y contra ese enorme ser que le llevaba a rastras. Fue sujetado al
piso con sus brazos y piernas abiertas y segundos después el anciano atravesó
su pecho con una enorme aguja conectada a una extensa manguera metálica. El viejo
accionó unas palancas y del techo bajaron lentamente ocho espejos que
reflejaban la imagen un tanto distorsionada.
Mientras el anciano colocaba grandes piedras de colores a su alrededor,
una en cada extremidad y otra grande y citrina sobre su cabeza, la mole fue
depositando a su alrededor varios torsos sin extremidades. La mirada de estos
infelices estaba perdida y no tenían nada cubriéndoles la boca. Esto fue
espantosamente aclarado al momento en que una aguja similar a la que tenía fue
clavada en el pecho del individuo a su izquierda: Este abrió la boca pero no
emitió ningún sonido: no tenía cuerdas vocales y tampoco lengua. Se encorvó
levemente y segundos después quedó inmóvil. Este procedimiento fue repetido con
los otros 6 infelices y una vez todos fueron conectados y amarrados al piso,
mole y maestro se dirigieron al panel con los controles.
-Auf Wiedersehen- le dijo el
anciano con una mofa en su rostro, accionó la última de las palancas y las piedras comenzaron a brillar al tiempo
que la temperatura comenzaba a ascender. Conforme la luz de las piedras se
intensificaba aparecían siluetas en los
espejos: pudo reconocer en ellos a varios de los sujetos espectrales que vio
cuando aún estaba medio adormecido. Pudo ver claramente sus rostros, deformes y
malévolos, la silueta era humana, pero esos rostros definitivamente no lo eran.
Golpeaban con fuerza los cristales,
desde el otro lado, desesperados por cruzar hacia este mundo. La temperatura seguía subiendo y ampollas
aparecían en sus brazos, su cabello también comenzaba a achicharrarse y el
dolor cada segundo aumentaba. Cuando sus fuerzas comenzaron a flaquear, y el
dolor era tan intenso que le obligaría a gritar de agonía, el líquido del
contenedor comenzó a descender hacia su pecho a través de la manguera metálica.
El dolor se volvió insoportable, lanzó dos ahogados gritos y perdió el
conocimiento. Al instante una fuerte descarga eléctrica le despertó. El anciano caminaba en círculos con ansiedad
y preocupación, el dolor fue disminuyendo hasta que de pronto, no sintió nada
más y el tiempo se detuvo. Aunque las piedras seguían brillando, y quemando su
piel, el dolor había desaparecido por completo, y lentamente los espectros del
espejo cruzaron a este plano, traspasando el vidrio cuan cortina de agua;
cayeron pesadamente al piso y el ritual se detuvo.
Notó en el rostro de satisfacción del anciano, que
el ritual había sido un rotundo éxito, este se acercó de prisa junto con la
mole y uno a uno, colocaron a los seres en camillas y los sacaron de la
habitación, dejando a Bruno amarrado en el piso.
Casi perdía el conocimiento pero
unos golpes provenientes del contenedor de cristal le hicieron voltear la
cabeza: Dentro del recipiente, ahora vacío, la criatura convulsionaba, como
cuando colocas un pez en un recipiente sin agua; parecía estarse ahogando, pero
aún tenía el respirador artificial conectado. Comenzó a golpear cada vez con
más fuerza las paredes del recipiente y logró romperlo. Se quitó el respirador
de prisa y saltó fuera de su prisión de cristal. Miró los torsos en el piso y
corrió hacia ellos mientras su brazo expedía una importante cantidad de sangre producto
de los cortes al romper los vidrios. Se posó sobre el primero y abrió una
enorme boca, con varias filas de tajantes dientes y desmontando su quijada,
comenzó a devorar al primer infeliz. Bastaron cinco de minutos y tres de los sujetos habían casi desaparecido.
Sintió el hedor cerca de sus oídos y justo cuando comenzó a sentir el dolor de
las garras de la criatura al aferrarse para comenzar a devorarlo, escuchó una
fuerte detonación y de repente la mitad de la cabeza de su escuálido pero
hambriento depredador había desaparecido.
Detrás de la humeante arma se
encontraba el anciano, quien no podía dar crédito a lo que había ocurrido y se
le veía bastante preocupado. Envió a la mole a levantar los 4 torsos restantes
y comprobó que yacían muertos, aunque no podía determinar en ese momento si la
criatura los había eliminado, o simplemente no habían soportado el experimento.
Bruno siguió en el piso mientras
limpiaban todo el desastre, y al cabo de unos minutos, la enorme mole recogió
también su cuerpo. Observó con debilidad como lo sacaban de la habitación a
rastras y, totalmente agotado, se desvaneció de nuevo.
Lentamente abrió los ojos y se
encontró en una oscura gruta. Pronto sus ojos se acostumbraron a la oscuridad,
pero su nariz no podía acostumbrarse al hedor a carne descompuesta que
impregnaba el lugar. Se levantó pesadamente e intentó caminar, pero tropezó con
un bulto pesado y viscoso. Horrorizado comprendió que era uno de los torsos utilizados
en el experimento y que el terrible olor provenía de cientos de cadáveres que
habían sido arrojados desde lo que parecía meses. El zumbido de las moscas le
advertía que ese lugar llevaba bastante tiempo albergando cuerpos. Con gran
dificultad logró desplazarse a través del mar de carne y alcanzar por fin la
tierra firme. Caminó unos minutos siguiendo la dirección de algo que esperaba
fuese agua que corría débilmente y una luz le indicaba la posible entrada de la
cueva. Aceleró el paso esperanzado, deseaba con toda su alma volver a casa, a
la tranquilidad de su cama. En cuanto saliera, iría corriendo a la policía;
estos horrores debían ser detenidos a como diera lugar. El aire fresco le
alentaba. Corrió hacia la luz, casi la abrazaba. Podía escuchar personas del
otro lado, y aunque era un solitario, nunca había estado más feliz de poder estar
acompañado. Aceleró el paso, corrió con todas sus fuerzas, y el dolor fue
insoportable al chocar de frente contra la pared invisible. Se tomó la nariz e
intentó detener el sangrado con una mano, mientras con la otra seguía
golpeando, pero nadie del otro lado le escuchaba. Acercó su rostro a la pared y cuando su vista
por fin se acostumbró a la claridad, no podía dar crédito a lo que estaba
viendo: del otro lado estaba su familia, felizmente reunida y celebrando una
fiesta. ¿El celebrado? ¡Era Bruno con su traje de graduación! ¡Ese era su
cuerpo! Le llamaban para la foto familiar y se disculpó un momento para irse a
arreglar al espejo. Al llegar sonrió con una gran burla, y colocó la mano
cerrada mostrando el dedo del medio donde estaba su cara en el espejo, -Auf Wiedersehen…-
dio media vuelta y se fue a celebrar junto con su familia; Bruno rompió a
llorar y una mano huesuda y viscosa se posó sobre su hombro mientras algo le
mordía el cuello. Contempló la escena nuevamente y rápidamente perdió el
conocimiento.
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