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Llevaba cuatro horas observando con la botella vacía junto a la carretera. La lluvia había empapado hasta sus tuétanos, pero no le importaba.

Seguía mirando hacia el vacío, sin prestar atención a los gritos de su vecino, 
seguía mirando hacia el vacío... sin entender como fue que esta desgracia sobrevino

Seguía con la mirada las líneas que dibujaban las gotas de lluvia al precipitarse contra el río. 
Líneas frágiles y directas, con reflejos rojos y azules. 
Líneas libres, incesantes, que bailaban con el viento.

Se aferró con furia a los oxidados fierros, 
sosteniendo junto con su cuerpo también su alma. 
Se aferró fuerte, con todas sus fuerzas, y comenzó a perder la calma.

Lágrimas brotaron de sus ojos, 
mas provenían de su dolido corazón, 
lágrimas brotaron de sus ojos, 
y de vivir perdió la ilusión.

No escuchaba los lamentos, 
de su madre que le imploraba, 
solo escuchaba la voz de su esposa, 
que desde el fondo le llamaba.

Suspiró con fuerza, volteó llorando al cielo y se armó de coraje, 
y saltó con rabia hacia el vacío, hacia lo que sería su último viaje

extendió sus brazos mientras caía, buscando el último abrazo de su mujer
y se estrelló contra las rocas, esparciendo su cuerpo como un trozo de pastel.

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